El que es el mayor de vosotros, sea vuestro
siervo, Mateo, 20. 26-27; Marcos, 9. 35;
10. 43-44;
La prueba de grandeza no se ve en el uso de títulos y cargos, sino en el
servicio sincero y humilde, Lucas 22. 26
Porque el que se enaltece será humillado, y el
que se humilla será enaltecido. [Lucas,14.11]
Estimado Señor Anónimo:
Le voy a
contestar por educación o cortesía, como a usted le sea mejor, ya que lo normal
a alguien que se esconde como usted deja de tener toda credibilidad. Lo que
creo que sería más acertado es que usted pensara en la posibilidad de que quizá
usted esté haciendo algo mal.
En la
historia, muchos hombres y mujeres han sido humillados y despreciados por
defender la libertad; y no por eso desistieron en decir lo que pensaban.
Juan María
Alponte, en el libro renovador sobre el humanismo y humanidad de estas personas,
con título de Los libertadores de la conciencia (Aguilar, Madrid, 2003), trata de
la vida de Abraham Lincoln, Mohandas Karamchand Gandhi, Martin Luther King y
Nelson Mandela.
En cada
caso, fueron líderes de movimientos históricos que en su oportunidad reciclaron
el pensamiento humano, oxigenaron las conciencias, despertaron los sentimientos
dormidos (tales como la solidaridad y la tolerancia). Sin embargo, esto que
jamás les volvió pusilánimes, puesto que de su recta razón de ser, su temple y
su resolución incontenible nadie pudo nunca dudar de ella.
Empezamos
con Lincoln: «firmó, pues,
el documento histórico, memorable, que anunciaba que a partir de ese día todos
los esclavos de los estados disidentes recobrarían automáticamente la libertad.
Durante mucho tiempo había dicho "si pudiera salvar la Unión de otra
manera lo haría" No tuvo opción. Debió asumir el título de cirujano de la
historia», dice Juan
María Alponte.
A Gandhi, no
le perturbaba, plantar cara al colonialismo británico con la fuerza de la
razón, y no con las razones de la fuerza. Churchill, estratega de tantas
jugadas que han quedado plasmadas en el ajedrez de la historia, no encontró una
sólida, que rompiera los esquemas de la disciplina mental y vocación pacífica
del mítico y sabio conductor del Pueblo de la India.
Su ha dicho
de Gandhi «es un faquir medio desnudo». É se preparó mental y físicamente para el último
ayuno, la última huelga de hambre de su existencia terrenal. Su ánimo estaba
dispuesto a correr no importa qué riesgos. «A Gandhi le asesinaron porque no auspiciaba la guerra
de las religiones ni la guerra de las civilizaciones». Su lucha servía a la libertad. Por ello, Alponte
concluye: «el Mahatma
Gandhi quedará en la memoria humana como Jesús o Buda».
Todos estos
personajes y los pensamientos comunicados por el mismo hilo de plata que tiene
la simbología de los hombres libres y de buenas costumbres: la libertad, la paz, la armonía, los
derechos de las minorías y la igualdad social. «Martin Luther King y Gandhi […] luchaban contra la
guerra de razas y las guerras de religiones».
La lucha por los derechos del hombre y por el
ejercicio de los mismos fue la liturgia transparente de estos cuatro Libertadores de la Conciencia. Ellos,
mejor que nadie y con la suma de unos pocos, han elevado a niveles superiores
la verdadera identidad de la libertad y de la igualdad, deseables, para todos
los seres humanos.
Ellos, superaron taras que ahora son marca de otras
identidades y de algunas creencias, que dividen al mundo en fronteras por la
fe, en parcelas por el color de la piel, en casillas por el tipo de raza, o en
nichos por el poder del dinero.
Nelson Mandela creció en la cárcel. Recluido del mundo
por la siniestra presencia de la violencia racista que ejercía su hipócrita
blancura tiñendo de sangre la Sudáfrica negra. Inmolo su libertad, pero creció
libre. Su semilla se esparció en el viento y ha fructificado. Él conoció la
libertad como pocos, porque le privaron de ella por decenas de años, tras las
rejas de la infamia que auspiciaba la discriminación por el color de la piel. Le
dolía la clandestinidad. «Tengo que
separarme de mi querida esposa, de mis hijos, de mi madre y hermanas para
convertirme en fugitivo de la ley. He debido abandonar mi profesión y vivir en
la pobreza, como ocurre a muchos de los míos».
Se hacía imposible, universalmente, mantener a Mandela
preso. Todas las negociaciones morían en sus pies: «Sólo un hombre libre puede negociar; la libertad de mi
pueblo y la mía no pueden ser separadas».
O «todo el mundo gozará de Derechos Humanos iguales». O «el pueblo participará en las
riquezas del país». O «las puertas
del saber y la cultura serán abierta».
¿Cómo negar más tiempo esa realidad?
Las proféticas expresiones de Mandela resuenan en cada
esquina del mundo subdesarrollado y sus dolientes frases invitan a cambiar
esquemas y asumir papeles, sobre todo a nuestra sociedad. Que no nos sorprendan despreocupados del ejemplo de
estos seguidores de Dios de estos Cuatro Sabios, maestros de la humanidad, la
procesión del mundo va por dentro.
Hoy en nuestro tiempo damos un salto a la historia,
pero parece, Estimado Señor Anónimo, que
usted no se ha reciclado. Estamos hablado de la dignidad del hombre –en este
caso, la del discapacitado—, que en sucesivas ocasiones Juan Pablo II o
Benedicto XVI se han referido y la carta de los derechos humanos promulgada por
la ONU y firmada por España (y que usted parece desconocer).
Karl Grunewald fue una de las fuerzas impulsoras de la
libertad a escoger un lugar para vivir en libertad y del cierre de las
instituciones suecas y espero que el
mismo proceso se dé también en Europa Central y del Este y, cómo no, en España.
Jesús Córdoba García
Humillados y ofendidos
GRACIAS POR DEFENDER A LOS MAS NECESITADOS NO TE RINDAS ADELANTE.
ResponderEliminarRICAR PEIRIS