Al señor anónimo
Tenemos un amable lector –que no sabemos quién
es— que hace unos comentarios que –está en su derecho, por supuesto— parece que salen más
de la pataleta o resentimiento de
alguien que parece estar en la junta de alguna residencia.
Permítame
responderle.
Ser
agradecido es cuando uno está bien
consigo mismo y en el lugar en que está viviendo lo manifiesta con sus actos o
palabras. Ortega y Gasset decía yo soy Yo y mis circunstancias. Ese estar
agradecido lo manifiesta en un acto o palabras, que encierra un grandísimo
significado, pero del cual pocos saben el valor que tiene si no viven en su
piel.
Ser
agradecido no es ser sumiso a una institución ni perder la dignidad como
persona. Sino saber decir a esa institución o persona «aquí estoy para ayudar o colaborar en lo que pueda».
Sí,
querido señor anónimo: soy una persona agradecida. Agradecido a la Generalitat,
que paga una parte importante de mi mensualidad que la residencia cobra, y si
no pagase a la residencia, ésta no me hubiese cogido ni admitido. También le
doy las gracias a las personas que pagan sus impuestos para que se pueda ayudar
a los más desprotegidos.
Yo,
querido señor anónimo, pago con una parte de mi retiro y pago bien por algo no
tengo que agradecer. Si yo al pagar
por algo se me trata bien y
se me da un buen servicio, entonces tengo
que agradecer a la persona por el interés
que la persona tuvo conmigo.
Según
usted solo nos falta ser mártires porque podemos «aguantar tanto maltrato». Le diré
que la
palabra mártir viene del griego y significa testigo. Es utilizada por la
Iglesia Católica para indicar a los que mueren por Cristo.
Hoy se suele emplear esta palabra para los que mueren
por un ideal, social, religioso o caritativo. Nada más inadecuado: pueden ser
héroes, campeones o adalides, pero nunca mártires.
Para ser mártir, según la
cristiandad, se requiere una condición: por parte del perseguidor que mate a
otro per odium fidei, es
decir, por odio a la Fe Católica o a una virtud cristiana, lo que en este caso,
no se da.
Sólo deseamos sentirnos como seres humano,
que se nos respete el derecho a decidir lo que pensamos, que tengamos derecho a
la información, tener una habitación
donde pueda tener aquellas pequeñas cosas que nos hacen estar vivos… y eso no
se da.
Sentirse vivo y útil es una
necesidad, necesitamos ser útiles, o dicho de otra forma, servir para algo o alguien,
aportar trabajo, ayudar, crear, construir. Tenemos que sentirnos útiles para
ser felices, poder ir al cine, seguir charlas, actividades que muchas veces
tenemos que frustrar por la poca ayuda que recibimos.
Nosotros podemos hablar y nos
arriesgamos. Otros no pueden: mudez por ictus, enfermedades degenerativas,
lesiones cerebrales, etcétera. O bien, aquellos que, por miedo, se ven obligados
a callar.
Lo siento si por decir lo que pienso
–y vivo— le puedo haber ofendido. Espero que usted no haya tenido que pasar por
lo que vivimos nosotros. Sinceramente.
Jesús Córdoba García
Humillados y ofendidos
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