La alimentación de los
discapacitados y ancianos en las residencias
Su estado nutricional y emocional mejora cuanto más individualizada es la dieta y mayor es su implicación en todo lo relacionado con la comida.
Bob Jagendorf dice que se ha
comprobado que la implicación de las personas con discapacidad y que
su proceso de alimentación mejora su estado nutricional y emocional.
Cuando los discapacitados
y mayores viven en una residencia, esto no siempre es posible. El sistema confunde lo que sería una necesidad
justa y de sentido común con lo que se hace y
se da en realidad. Dicen que es por la salud cuando en la realidad lo
que se mira es beneficio económico.
Lo más sensato sería que a
los residentes se les debería integrar
en la toma de decisiones. Ha de evitarse la desnutrición de los adultos
discapacitados y mayores y no obviar el respeto a sus deseos, es decir, que
puedan escoger los platos o alimentos que más les apetezcan.
Un aspecto importante es
poder individualizar las dietas para adaptarse a las peculiaridades de cada
uno, con el fin de hacerlas menos restrictivas y evitar por sistema que sean
"bajas en sal", "bajas en grasas", "turmix", etc.
Estos puntos contribuirán a una mejor ingesta, más satisfacción, y por lo
tanto, mejor estado nutricional y mejor esperanza y calidad de vida. El
envejecimiento de la población, característico de los países industrializados,
supone una mayor preocupación de instituciones y organismos sanitarios por la
mejora de la calidad de vida de estos ciudadanos.
La alimentación en los centros residenciales
La malnutrición y la escasa actividad física son problemas
frecuentes en la población institucionalizada. Al abordarlos, hay que tener en
consideración los múltiples elementos que rodean al discapacitado y anciano, y
que tienen un papel central en su estado nutricional y en su salud en
general: el propio proceso de envejecimiento, el diagnóstico de una o más
enfermedades, la polimedicación, la soledad y la depresión, entre otros tantos
factores. Todos ellos juegan un papel central en el diseño de las pautas alimentarias,
aunque es posible establecer unas generales, aplicables a la práctica totalidad
de los discapacitados y ancianos sanos.
Se estima el aporte
energético idóneo para servir en los centros residenciales es de unas 2.000-2.200 kcal/día, quitando frituras,
salsas y grasas.
Numerosas guías dietéticas
sitúan el aporte energético idóneo para servir en los centros geriátricos en
unas 2.000-2.200 kcal/día, siempre que se mantengan las normas de una
alimentación saludable de suficiencia, variedad y equilibrio, además de
apetitosa. Una manera sencilla para comprender los criterios de dieta
equilibrada es visualizar la pirámide de la alimentación saludable adaptada a
la población residencial.
Pirámide alimentación saludable para residencias.
Otros aspectos genéricos
que contribuyen a facilitar una ingesta adecuada por parte de los
discapacitados que viven en residencias es el fraccionamiento de la ingesta en
cuatro o más comidas, la inclusión de propuestas gastronómicas relacionadas con
las fiestas y tradiciones religiosas, la adaptación de las texturas de los platos a las dificultades más habituales para tragar, una
adecuada iluminación del espacio y el uso de utensilios adaptados, entre otros.
La clave es individualizar la dieta
Las personas
discapacitadas constituyen un grupo muy heterogéneo,
por lo que es imprescindible individualizar las necesidades de salud y los
consejos. En el caso de las personas hipocalóricas, además de los criterios
básicos de alimentación saludable, los profesionales
sanitarios deben conocer los requerimientos nutricionales y alimentarios de
los residentes y saber cuáles son los factores que los influyen, para evitar la
desnutrición.
Pero esto no es
suficiente. Según un reciente documento de la Asociación Americana de Dietética
(ADA) resulta esencial que, en la toma de decisiones, se integre al individuo
afectado, con el fin de mejorar el deseo de comer y el placer relacionado con
el acto alimentario y, en última instancia, su estado nutricional y su calidad
de vida.
Aunque la
individualización de las dietas según la condición médica y las necesidades es
frecuente en las residencias, el respeto por los deseos y los derechos de los
adultos mayores no siempre se tiene en cuenta en la práctica diaria. La ADA
recalca que, en especial entre las personas discapacitadas, la comida es una
parte esencial de la calidad de vida, por lo que una dieta poco gustosa o mal
aceptada condiciona una ingesta deficitaria, que deviene en desnutrición y sus
consecuentes efectos negativos sobre la salud.
Doctora Teresa Betancur Losa
Médico Dietista
St. Paul University Hospital, Texas,
U.S.
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