MIRANDO AL PASADO
BUSCANDO UN FUTURO… (I)
Me
llamo José Conrado. Nací en el año 1960.
Tengo
poco pelo
Me pongo rojo con facilidad
Soy constante y bastante cabezota
No llevo coche
Me desplazo en silla de ruedas
eléctrica
Soy del Barça
Me gusta el teatro
…
Y
convivo desde que nací, durante 24 horas al día con una distrofia muscular, con
la que después de muchos años llegue a hacer un pacto de no agresión:
«yo no me rebelo contra ella, y ella no
me machaca mentalmente»
ME
ACEPTO COMO SOY. ACEPTO MIS LIMITACIONES, E INTENTO VIVIR COMO CUALQUIER OTRO.
Todas
estas, y muchas más, son características que me hacen, un ser único,
excepcional, no por lo maravilloso, sino por lo real, porque soy de carne y
hueso. Con inquietudes, con ilusiones, con aspiraciones…, y, ¿por qué no?, con
mezquindades.
Hasta aquí no he dicho nada que no se
pudiera decir de cualquier SER HUMANO. Y esto es lo realmente importante:
hablamos de PERSONAS.
Sin embargo, no siempre me sentí
persona por encima de todo. Durante mucho tiempo el calificativo que me
acompañó fue el de MINUSVALIDO. Echo un vistazo al pasado y recuerdo una
infancia melancólica y asustadiza. Entre una timidez innata, un miedo al medio
en el que me desenvolvía y un oscurantismo ante una problemática que no
entendía:
me caía a menudo,
corría menos que mis compañeros,
me cansaba mucho,
no me gustaba subir escaleras,
prefería quedarme de pie que
sentarme,
andaba como un torero…
Todo esto transcurría dentro de una
familia humilde y tradicional. Mi madre tenía los ojos llorosos, mi padre
trabajaba intensamente… Ambos me llevaban muy a menudo al médico. Hubo que
operarme varias veces
«Ya verás como te pondrás
bien. Tienes que poner de tu parte.»
Nadie me habló nunca con franqueza de
lo que tenía. Era TABÚ. Yo sabía que algo pasaba… y no era bueno; tal como se
estaba viviendo, debía ser muy malo. Y yo me iba montando mi historia. Una
historia sin perspectiva, retorcida, como todas las que no son contrastadas ni
revisadas con nuevas informaciones.
Los médicos no daban soluciones. No
son dioses.
«Se quedará en una silla
de ruedas. Prolongue la deambulación lo máximo posible.»
Empezamos
la peregrinación por curanderos ¡en busca del milagro! Grasa de gallina,
ventosas milagrosas, gotas de la china, imposición de manos…Y pasta, pasta
gansa, mucha pasta… ¿Cuánta gente vive de las miserias de los demás? ¿CUÁNTA
GENTE VIVE DE NOSOTROS?
En definitiva, seguía/seguíamos sin
aceptar mi realidad. Mi madre seguía con los ojos llorosos, mi padre seguía
esforzándose y pensando en solucionarme el futuro y yo seguía con miedo al
exterior. La obsesión por curarme me hacía sentir un ser desvalido, un ser
inferior. Si me tenía que curar es que yo era un ENFERMO.
NO CONOCÍA OTRA REALIDAD.
José Conrado Gargamonte
Miembro de la Oficina
de Vida Independiente,
miembro del Foro de Vida
Independiente y Divertad
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