El horario y los derechos
humanos
En
la comprobación por los miembros de Inspección del Servicio de Inspección y
Registro del departamento de Bienestar Social y Familia de la Generalitat de
Cataluña de los hechos que motivaron nuestra queja, se anota en el noveno
párrafo:
Cal tenir en compte que en una
institución s’ha de respectar unes normes i uns horaris, per tal de garantir el
bon funcionament i organització del centre; altrament, seria impossible
mantener un ordre.
¡Caray!
El párrafo termina con toques apocalípticos, anunciadores de tormentas: «seria
imposible mantener el orden». Así, sin más. Bueno, de entrada, no nos parece el
lenguaje más adecuado a la jefa del Servicio de Inspección y Registro del
departamento de Bienestar Social y Familia de la Generalitat de Cataluña, ni
tampoco a sus inspectores. La verdad, esperábamos un vocabulario mucho más
dialogante y amable, y no un grito extemporáneo, que más se parece al del
Ministro del Interior dando explicaciones después de que sus antidisturbios
hayan descalabrado la cabeza a un puñado de manifestantes pacíficos.
El problema es que todo el parrafito
parece que está escrito con la misma filosofía. Se afirma que «unas normas y
unos horarios» son necesarios con el fin de «garantizar el buen funcionamiento
y organización del centre». Pero esto no sucedía con los dos directores
anteriores. Sólo empezó a pasar con la llegada de la nueva Directora Técnica
del Centre. Con los dos directores anteriores había suficiente con advertir que
uno vendría más tarde a cenar, y se lo guardaban.
Pero esto ha cambiado. Los horarios
son los mismos, pero si no estás a la hora, no comes. Bueno: no comen algunos.
Por ejemplo, si van a hacer teatro amateur, no pasa nada; si van al cine en grupo,
no pasa nada.
Pero sí tienen que ir a la única sesión
de la Filmoteca de la Generalitat, entonces se queda sin cena, porque entonces «seria
imposible mantener el orden». O si uno está impartiendo catequesis en Sant
Adrián. O si uno tiene una reunión de su tendencia política, del colectivo de
redacción de una revista o de un festival de cine. Éstas, por cierto, pueden
ser antes o a la hora de comer, pero en cualquier caso, es imposible asistir a
la comida, porque el esfuerzo que hay que hacer para llegar a tiempo, te quita
las ganas de comer.
Por supuesto, que a unos se les permita
–organizando la salida el propio centro— y a otros no, constituye un agravio comparativo, que puede ser denunciado
al Sindic de Greuges tanto la Directora Técnica del Centro, la Junta Directiva
y, por supuesto, el Servicio de Inspección y Registro al permitir que esto
pase.
Los horarios eran los que eran, y en
cambio, durante años, se podía comer cuando uno podía llegar. Hacer cosas fuera
era incluso incentivado y favorecido. Esto cambió con la llegada de la actual
Directora Técnica, que a falta de otros atributos, impuso el horario –aunque no
para todos— como medio de hacerse respetar… olvidando que el respeto se ha de
conseguir, pero no se puede imponer. El
triunfo del ordeno y mando es el
fracaso clamoroso de toda una línea de dirección.
Lo que está en juego es el predominio de
los horarios de la directora técnica sobre los derechos humanos de los
residentes, como señalábamos ya en la demanda. En el decreto 318/2006 de los servicios
de acogida residencial pera personas con discapacidad, se incluye el artículo
9, que es el artículo final, dedicado a las «actuaciones complementarias a los
servicios de acogida residencial», en el que se lee lo siguiente:
La Administración de la Generalidad, como complemento de los
servicios de acogida residencial para personas con discapacidad definidos en
este Decreto, promoverá los servicios y los programas dirigidos a posibilitar que las personas con
discapacidad puedan llevar una vida autónoma e independiente. (Subrayado
nuestro.)
Si la Generalitat «promoverá los servicios y los programas
dirigidos a posibilitar que las personas con discapacidad puedan llevar una
vida autónoma e independiente», es totalmente gratuito anteponer una
disposición aleatoria (el horario) al predominio efectivo de tales derechos,
que –en este caso— simplemente consiste en guardar la cena a quienes lo pidan,
en función de su vida social o la riqueza de su ocio: el hombre es rico solamente cuando lo son sus actividades y sus
relaciones.
Hasta 2007, así se hizo en AFAP, y fue perfectamente fácil «mantener el orden».
Fue con la entrada de la nueva Directora Técnica del Centro que el ocio y el
compromiso social de algunos residentes se consideró que podía hacer «imposible
mantener el orden»… aunque continuó inalterado para otros, estando la
contradicción a la vista de todos los residentes.
Pero coartar este ejercicio significa oponerse a las recomendaciones de la
Generalitat para consigo misma (y, por lo tanto, para el servicio de
inspección). En vez de «una vida autónoma e independiente» lo que se garantiza
en la residencia AFAP es la sumisión a la dirección y la junta, como si fueran
las instancias máximas de un ordenamiento democrático.
Hace años, se sabía que AFAP era un servicio residencial anómalo. Había gran
variedad de residentes con enfermedades muy diferentes –y también niveles muy
distintos de educación— en un mismo centro, lo que en ocasiones podía ocasionar
problemas.
Esto lo sabían en Inspección y Registro,
lo sabían en los Servicios Territoriales de Barcelona, e incluso lo sabía el
director de AFAP, Albert Vide y su equipo de monitores. Lo que hasta entonces
era evidente, dejó de serlo cuando
entro la nueva Directora Técnica del Centro, para quién todos los residentes
eran iguales, sí, pero sólo en su falta de derechos.
Ahora, con la puesta en funcionamiento de
la Residencia Mª Teresa Serra, esa
polivalencia se ha acentuado aún más, pero la política de dirección ha
acentuado también su nivelación por abajo en materia de derechos, lo que sólo
puede traer desagradables consecuencias. Desagradables consecuencias que,
entonces sí —como dicen los del Servicio de Inspección y Registro del
departamento de Bienestar y Familia—, podrían hacer «imposible mantener el orden»
y hacer imposible, además, mantener a los actuales responsables en sus cargos.
…pero, yo no pasé de escribiente, pasante
o meritorio.
Josep Torrell
Humillados y ofendidos,
residentes de AFAP
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