La conciencia tambien se educa.
Carta abierta a la dirección
Hace unos dias hablé
con una persona que forma parte de la dirección de la residencia en la que
estoy. Esta persona decía que no tenía
mala conciencia, ni por haber hecho daño con su forma de actuar ni de pensar.
En nuestras vidas
ocurren o se presentan, a cada instante, muchas cosas que no encajan en nuestra
forma de ser y de pensar. Esto es muy evidente con la avaricía de los bancos y
con la actitud de los gobiernos, con sus recortes que amenazan la sanidad, la
enseñanza, la cultura y amplios sectores de la población.
En la mayoría de las
oportunidades no sabemos qué hacer con ellas y cómo adaptarlas a nuestra forma
de hacer y pensar. Es decir, de encajarlas a nuestra propia realidad. Es aquí
donde comienza todo un trajinar de emociones y sentimientos encontrados, que
nos envuelven de una forma tan irreverente que –en lugar de llevarnos o
conducirnos a la reflexión sana (que produce un despertar de la conciencia) y
bien canalizada— que nos conduce a la desesperación y a la visualización de
caminos errados.
En una dirección de
una residencisa, esto significa crear más tension entre residentes y dirigentes,
de los cuales quizá más tarde aprendamos que, ese camino fue en verdad muy
errado. Pero tal vez, cuande llegue este momento, ya sea tarde y no podamos volver
atrás (o nos cueste mucho hacerlo).
En un principio, nosotros
confiabamos en la humildad y el diálogo de nuestros oponentes, como cabía esperar
de personas que hacen de la fe cristiana su seña de identidad. Pero en vez del
diálogo se escogió la confrontación, la amenaza y la mentira. Esto produce
heridas en el ánimo de quienes se enfrentan, tanto de un lado como del otro.
Es preciso que ante
un evento o momento inesperado, o tal vez demasiado pensado, seamos lo
suficientemente reflexivos y maduros para dar paso a la posibilidad de segundas oportunidades que, muy
seguramente conformarán un cúmulo de buenas «decisiones», las cuales más adelante nos permitan vivir realmente felices y confiados
de que hemos seguido la senda correcta en un sentido u otro.
No echemos por la
borda una vida que nos ha tocado vivir, como todo lo que nos corresponde como
seres humanos en este paraíso –o infierno— terrenal. Pongamos en una balanza
los pros y los contras de las relaciones de vida que hemos vivido y las que
actualmente vivimos. Sopesemos razones y causas por las cuales debemos mantener
o acabar con tal relación.
Es importante que
pisemos muy firme el terreno de las decisiones, ya que éstas –de acuerdo con
nuestro nivel de comprensión, amor, control emocional y aceptación—, nos darán
las pautas a seguir en un futuro que se construye día a día.
Activar la conciencia, significa tener
humildad, sensantez, sentido comun, madurez emocional; y ésta, debe ser lo más
consciente y segura posible, para no caer en un mar de confusiones que puedan,
a su vez, hacernos caer en un abismo tan profundo que muy posiblemente pudimos
evitar.
A veces, son tantas
las confusiones, rabias, odios y conflictos internos, que nos agobian de tal
manera, que todo el panorama se obscurece ante nosotros y nos cegamos a tal punto
que, percibimos como la mejor decisión a tomar la más inmediata que tenemos
frente a nosotros, sin dar treguas a la conversación y a la reflexión.
Señores y señoras de
la dirección de la residencia: están ustedes tratando con personas que se han
quejado del enrarecimiento de las relaciones de convivencia y para las que todo
esta prohibido. Quejarse es visto como una
agresion a la institucion, no existe
el derecho a ser informado, a expresarse a decidir, etcétera.
Por todo esto,
después de pasar por malos ratos o conflictos, es necesario sentarse a llorar, si hay que llorar; rabiar, si hay
que rabiar. Aunque, luego, es trascendental verificar
que todo cuanto ocurre sea real y no traiga consecuencias indeseadas para
nuestra vida, ahora o más adelante.
Si hay capítulos o
ciclos por cerrar, simplemente hay que cerrarlos (y rápido, por bien de los
residentes). Aunque nunca bajo el influjo
de la soberbia y el orgullo. Hay
que aprender con humildad que hay etapas que se hace necesario concluir, no por la fuerza y el poder, sino desde
el sevicio a los demás. Esperando que ésta sea una etapa concluida, un ciclo
cerrado, para mirar hacia adelante, para ver un porvenir de justicia y
tranquilidad en la residencia.
Jesús
Córdoba García
Humillados
y ofendidos (Diversidad Funcional)
El mejor comentario para esta "carta abierta" es precisamente "sin comentarios". Aportas suficientes elementos para un ensayo sobre lo que ha sido, hasta ahora, la filosofía institucional de atención a la discapacidad. Por ejemplo, la activación de la conciencia: cuando se ingresa en un servicio residencial, no es improbable que se padezca una "desactivación de la conciencia", dado que las residencias son unidades de convivencia forzada, una clase de lugar en el que sabemos que a nadie le gustaría vivir de no tener un determinado grado de dependencia funcional. Mi experiencia como cuidador, de ya casi veinte años, lo que me confirma es que esa desactivación acaba siendo aprovechada, por los diversos profesionales, para establecer una cómoda relación de poder sobre el residente, como si fuera un niño -pero siempre culpable- o un adolescente, un rebelde sin causa. De esta forma, a los profesionales de los servicios residenciales, a quienes cabría suponer una activación de su conciencia previa a cualquier clase de conflictividad, se les acaba por desactivar la suya, de tal forma que ellos mismos acaban promoviendo la conflictividad: parece que son incapaces de reconocer que a ellos tampoco les gustan los servicios residenciales.
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