miércoles, 9 de mayo de 2012

TODO PARA LOS ANCIANOS Y DISCAPACITADOS… PERO SIN ELLOS



TODO PARA LOS ANCIANOS Y DISCAPACITADOS…

PERO SIN ELLOS

 

 

El diccionario da una versión de quién es altruista. El altruista, dice, es Desprendido, Dadivoso, Generoso, Caritativo, Desinteresado, Filántropo, con desapego respecto a las cosas.
Su antónimo son egoísta e interesado.
El anonimato es la expresión más genuina del altruismo, lo contrario de algunos dirigentes de algunas residencias.
El término altruismo lo forjó el filósofo August Comte, padre del positivismo, a partir de la palabra italiana Altrui (el otro), derivada del latín alter, a, um. La idea del filósofo fue aportar un término opuesto a egoísmo, que no acaba de serlo la palabra generosidad, pues en ella no se explicita que el beneficiario de la misma sea precisamente el otro.
El altruismo se refiere a la solidaridad interpersonal.
Hay dos aspectos que definen el altruismo: la simpatía y el compromiso. La simpatía se apoya sobre valores de bondad y caridad. El compromiso parte de la consideración de un acto que se sabe va a beneficiar más a otro que a sí mismo, implicando un sacrificio personal.
El compromiso se inscribe en una ética de la responsabilidad. Porque se trata de actuar concretamente sobre el presente y sobre el futuro para proporcionar mayor bienestar al resto de la sociedad, implicando una inversión personal para el desarrollo de bienes comunes. Recordemos, como ya hemos hecho en otras ocasiones, que la moral se refiere a la conciencia individual, mientras que la ética se refiere a una moral social.
El Diccionario de la Real Academia define altruismo como «esmero y complacencia en el bien ajeno, aun a costa del propio, y por motivos puramente humanos». En definitiva, el altruismo es una actitud aceptada y querida de buen grado. El altruismo y la solidaridad tienen una dimensión claramente humana y de servicio a la sociedad que se pone a prueba para prestar ayuda a los demás cuando  tenemos que renunciar a beneficios propios, inmediatos y significativos.
El conocimiento y aprendizaje del altruismo nos hace contrarrestar el ejemplo de unos contravalores que empujan a la servidumbre del egoísmo, de la avaricia, de la ambición, del poder y del desenfreno de las pasiones.
Hacer la vida más agradable a los demás, procurar en nuestra medida la felicidad de los otros, no suele ser «santo de la devoción», por desgracia, para la mayoría de los seres humanos. De ahí la trascendental importancia de una educación para la solidaridad y el altruismo desde el hogar y desde la escuela para nuestros pequeños, especialmente.
El altruismo y la solidaridad se alzan como única alternativa válida capaz de variar los hábitos de la competitividad, que conducen, de manera segura, a un egoísmo y a un individualismo exacerbado.
Hoy la mayoría de residencias funcionan como fundaciones bajo la mirada altruista pero con los hábitos más lucrativos de la competividad.
Sólo con la verdadera compasión emitida desde nuestro corazón podemos mover a los seres conscientes de que las residencias son un mal que se disfraza de bien.

Jesús Córdoba García
Humillados y ofendidos, residentes

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