miércoles, 9 de mayo de 2012

ALTRUISMO FARISAICO


ALTRUISMO FARISAICO


Algunas residencias privadas están bajo la sombra de la Iglesia, pero solo con el nombre. No hay que buscar en ellas el espíritu al que aparentan estar asociadas. Lo que hacen es engañar a la Iglesia, a la  sociedad y al Estado pero los más perjudicados son los residentes: todos ellos confían en el patrocinio de la iglesia, pero ese patrocinio no se ve por parte alguna.
En vez de adoptar valores y creencias cristianas, de amor al prójimo y de ayuda a sus semejantes, sin espera de ningún tipo de retribución ni agradecimiento, vemos todo lo contrario. Mirad a las juntas directivas: ¿qué hay de cristiano en ellas? Nada. Cierto es que su trabajo no se presta mucho a pensar… pero quizá, por ello, son las tareas que más necesitan un reposo para pensar y examinar lo que se está haciendo.
En vez de un examen autocrítico, les vemos crecerse en sus cargos. Se hacen autosuficientes, se  exaltan  y se  glorifican,  poniendo a los demás por debajo de ellos. Quienes sufren esta interiorización son los residentes. Los que son la razón de ser  de las residencias, se convierten en poco menos que la excusa para que los de arriba puedan enarbolar su orgullo y su pequeña parcela de poder sobre los demás (que son, como es de temer, los pobres residentes).
Este espíritu fariseo es real, y contrario a las enseñanzas del cristianismo. Se autoalimenta constantemente y siempre está buscando una abertura para penetrar en nuestro corazón. Desafortunadamente una vez que nos seduce los primeros efectos son la ceguera espiritual. Pensamos que estamos siendo santos cuando en realidad apestamos de autosuficiencia, legalismo y de hipocresía.
Cuando nos encontramos impregnados de este espíritu, escogemos y elegimos leyes religiosas de varios lugares para hacerlas caber en nuestra propia forma de vida. Escogemos lo que caben en nuestra «zona de comodidad». Torcemos las leyes y las ensamblamos para que puedan caber en nuestros propios estándares, que no son quizá los de la iglesia.
El fariseísmo judío era experto en torcer la ley mosaica en su favor y en contra de otros, especialmente contra los pobres, las mujeres, los enfermos y los gentiles. Jesús condenó este comportamiento más que ningún otro. Uno no tiene que ser adherente a la ley mosaica o a algunas parte de esta para jugar al hipócrita. Uno puede alzarse a grandes alturas en las denominaciones, caminando sobre la gente, pero esto tiene un «costo espiritual» enorme.
Si nos hacemos codiciosos y críticos no gozaremos del amor de Dios, la paz que sobrepasa todo entendimiento y la alegría que produce el Espíritu Santo viene a nosotros cuando somos humildes. Quizás podamos lograr altas posiciones en este mundo, ganar mucho dinero, fama y cosas materiales, pero nuestro ser interno se convertirá en un infierno vivo que se derramará encima en la vida de muchas personas para extraviarlas y llevarlas a un abismo.
La oscuridad en el cristianismo tradicional (siendo más de treinta mil diferentes denominaciones cristianas existentes actualmente) me convence que millones de cristianos han «sido infectados por este espíritu fariseo».
Estas tradiciones cristianas hacen las mismas cosas a los cristianos modernos que hicieron a los judíos hace 2000 años.  Estos fariseos están hoy en día tanto en el rebaño católico, evangélico y ortodoxo. Muchos líderes cristianos hacen la supuesta obra de Dios sin importar a quién pisotean, hasta el punto de anular a las personas por la obra que supuestamente sirve al señor. Sé que esto suena contradictorio, pero yo se de lo que hablo por experiencia, lo he vivido en 55 años de ser católico.

Contra el fariseísmo y la soberbia, habríamos de leer a Pablo –y pensar en ello—, cuando decía «aunque entregara todos mis bienes para alimentar a los pobres, si no tengo piedad, nada me aprovechará».


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