miércoles, 9 de mayo de 2012

MI PEREGRINAR POR LAS RESIDENCIAS


MI PEREGRINAR POR LAS RESIDENCIAS

Residencias de España

Trabajar para los demás para mí ha sido parte de mi quehacer. Lo he hecho como algo natural a mi forma de ser.
He tenido amigos que cuando lo que hacía me servía a mi mismo, egoístamente, me han advertido de que lo que hacía podía engordar mi ego pero no servia para el bien de los demás. Cuando me veía inflar  mis sentimientos pensando «qué bueno soy» estos amigos míos me han puesto en el conocimiento de la verdad.
Qué razón tenía Sócrates: «conócete y conocerás al otro».
Esto viene a mi memoria por el peregrinar que he tenido por tres residencias distintas. En las tres he pasado mi calvario pero de distinta forma.
La primera fue en Ecuador, regida por las Hermanitas de los ancianos desamparados. Desde luego doy gracias a la Embajada Española por sus gestiones y a las hermanas por su acogida: en estos países, para los que no tienen dinero, no hay nada sino es por estas congregaciones. Solo me cuestionaba su forma de ver al hombre: lo importante es no pecar y salvarse lo ponían muy difícil.
La segunda ya era en España, en la ciudad de la Bañeza (Mensajeros de la Paz). Tenía buenas instalaciones, muy masificada y el trato variaba según los residentes y los cuidadores. Donde más me resentía era en las comidas y los servicios: si te quejabas te decían si no estás contento cambia de residencia.
La tercera es para llorar. No solo es mas cara, tiene las peores instalaciones no adaptadas para los discapacitados, unos espacios pequeños que no se ajustan a la ley y un régimen interno  perverso… y todo esto aprobado por la Generalidad, que en principio es la que debería velar por los discapacitados.
Ir a una residencia es el último lugar donde uno quiere pasar los últimos días. Uno pierde su privacidad, su autonomía,  su libertad, cuando lo que esperamos es tener un poco de privacidad y tranquilidad y que te traten con respeto.
Pero, en realidad,  te convierte en un instrumento que das dinero y, si eres asistido, entonces molestas más de la cuenta y   encima tienes que dar parte de tu pensión por darles trabajo.
Dejas de ser persona a ser un elemento que vas a soportar una economía que permitirá que aguanten algunas deficiencias y manías seculares.
Casi todas las plazas son concertadas, ya que las tasas son
—según  los servicios o criterios de la empresa— imposible para los bolsillos de la mayoría de ancianos y discapacitados.
En la residencia de Ecuador no pagaba nada. En la de León, el Inmerso pagaba 750 euros por mi plaza. Solicite ir a Cataluña  y la Generalidad paga por mi  2.300 euros/plaza. Si antes no podía, ahora mucho menos: no hay quien pueda pagar esa cantidad.
Si ese dinero me lo diesen, podría ir a un piso, pagar el alquiler, tener una persona que me ayudara a hacer la limpieza y comer y al Gobierno autonómico le saldría más barato.
¿Por qué no lo hace?
 Habitación de una residencia de Barcelona


Baño y pasillo de una residencia de Barcelona


Jesús Córdoba García
Humillados y ofendidos, residentes

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