USTED
PUEDE ESTAR EN LO CORRECTO O NO
SI
LO QUE DICE Y LO QUE HACE
NO
ENTRAN EN CONFLICTO
En la residencia que
estoy tanto el sanedrín de las conciencias justas como la elegida por el sumo
sacerdote entra en disputa y lucha con
los residentes por las formas en que unos y otros actúan. Esto se relaciona muy
de cerca con los actos veladamente hostiles y ocultaciones (que tienen como consecuencia
el acto hostil).
El esfuerzo que hacen por
tener razón es el último esfuerzo consciente de un sanedrín en su extinción. «Yo tengo razón y ellos
están equivocados» es el concepto más bajo
que puede formular una persona consciente e inconsciente, o así lo entendemos los que
compartimos los valores de una cultura cristiana.
Lo que es correcto y lo
que es incorrecto no es necesariamente definible para todo el mundo. Esto varía
de acuerdo a los códigos morales y disciplinas éticas existentes. A pesar de
que se les usaba como prueba de «cordura» en jurisprudencia, en realidad, no se
basaban en hechos, sino sólo en la opinión del caso.
Con el tiempo, surgió
una definición más precisa. La definición se convirtió también en la verdadera
definición del acto hostil. Un acto hostil no es sólo dañar a alguien o a algo:
un acto hostil es un acto de omisión o comisión que hace
el menor bien a un menor número de residentes (personas) o áreas de la vida, o
el mayor daño a un mayor número de residentes (personas) o áreas de la vida.
Por lo tanto, una acción
incorrecta lo es, en el grado que daña al mayor número. Una acción correcta lo
es, en el grado que beneficia al mayor número.
Muchas personas piensan
que una acción es un acto hostil sólo porque es destructiva. Para ellas, todas
las acciones u omisiones destructivas son actos hostiles (por ejemplo, la
mentira a los inspectores oficiales y la omisión por parte de ellos). Para que
un acto de comisión u omisión sea un acto hostil, debe dañar al mayor número de
personas y áreas de la vida. Por lo tanto, no destruir algo podría ser un acto
hostil. Ayudar a algo que dañara al mayor número, también puede ser un acto
hostil.
Un acto hostil es algo
que daña ampliamente. Un acto benéfico es algo que ayuda en general a muchos. Puede
también ser un acto benéfico dañar algo que pudiera ser dañino para muchas
personas y áreas de la vida (por ejemplo, luchar contra los campos de
concentración nazis).
Dañar a todo o ayudar a
todo pueden ser, de la misma manera, actos hostiles. Ayudar a ciertas cosas y
dañar a otras, pueden ser, por igual, actos benéficos.
La idea de no dañar nada
y ayudar a todo es también bastante demente. Es cuestionable pensar que ayudar
a los que esclavizan es una acción benéfica; y es igualmente cuestionable
considerar que la destrucción de una enfermedad es un acto hostil.
En lo relativo a tener
razón o estar equivocado, pueden desarrollarse muchos pensamientos confusos. No
hay bien absoluto ni mal absoluto. Tener razón no consiste en no estar
dispuesto a dañar; y estar equivocado no consiste sólo en no dañar.
Hay cierta
irracionalidad en «tener razón», que no sólo descarta la
validez de la prueba legal de la cordura, sino que también explica por qué
algunas personas hacen cosas muy incorrectas e insisten en que están haciendo
lo correcto.
La respuesta está en un
impulso, innato en todos, de tratar de tener razón. Esta es una
insistencia que rápidamente se separa de la acción correcta y va acompañada de
un esfuerzo por hacer que los demás estén equivocados (los residentes).
Me vino una persona
sorprendida de que nos quejásemos que por su forma de ser ofendía y humillaba, se veía
como una «persona defensiva» al tener que explicarse
ante las acusaciones, que según ella eran equivocas. No había por parte de ella
equivocación alguna haciendo una defensa descarada de su persona y labor;
nosotros, pretendía, estamos equivocados actuamos con perjuicio como residentes.
Esto también es una «justificación». La mayoría de las
explicaciones de la conducta, no importa lo inverosímiles que sean, parecen
perfectamente correctas a la persona que las da, ya que sólo está afirmando el hecho de que ella tiene razón (o cree
que la tiene, claro).
Parece ser que algunos
sanedrines de las conciencias justas, que son irracionales, no pueden
desarrollar muchas teorías. No lo hacen porque están más interesados en
insistir en afirmar su propia (y extraña) corrección, que en encontrar la
verdad. Así, tenemos extrañas «verdades científicas» de estos sanedrines que
deberían tener mejores conocimientos de lo que hablan ya que se han quedado obsoletos
y estancados en el tiempo. La verdad la
construyen los que tienen la generosidad y el equilibrio de ver también dónde están equivocados: puesto
que quizá ellos están descontentos al intuir que posiblemente se han equivocado,
que lo han hecho mal.
Señores sanedrines de
las conciencias justas: ustedes han leído y escuchado, en este mismo blog,
algunas de nuestras quejas y les parecen muy absurdas por parte de los
residentes. Dense cuenta de que ustedes están más interesados en afirmar que están en lo cierto con lo
que hacen, que en estar en lo correcto.
Uno siempre
intenta tener razón hasta el último suspiro.
¿Cómo llega uno entonces
a equivocarse alguna vez?
Es de este modo:
Alguien realiza una
acción incorrecta, accidentalmente o por descuido. Lo incorrecto de la acción (o
la inacción) está entonces en conflicto con su necesidad de tener razón. Así
que puede continuar y repetir la acción equivocada para probar que es correcta.
Este es un elemento
fundamental de la aberración (pensamiento o conducta irracional). Todas las
acciones incorrectas son el resultado de un error seguido de una insistencia de
haber tenido razón. En vez de corregir el error (lo que implicaría reconocer
que está equivocado), uno insiste en que el error era una acción correcta, y
por eso la repite y siguen insistiendo.
Un ser de baja cordura
es más y más difícil que admita haberse equivocado. Para ello debería tener
mejores conocimientos y haberse acostumbrado a usarlos. Pero cuando alguien que
ostenta la conciencia justa, que hace gala de tener capacidad y cordura, el
admitirlo, bien podría ser también un desastre, por cuanto echaría por tierra
la imagen de sí mismo que ha hecho valer ante del demás.
El estar en lo correcto
es el material de que está hecha la supervivencia. Esta es la trampa de la que,
aparentemente, el hombre no ha sido capaz de liberarse a sí mismo: un acto
hostil que se apila sobre otro, avivado con afirmaciones de estar en lo
correcto. Por fortuna, existe un camino de salida seguro de esta telaraña, pero ese camino empieza con la posibilidad
de admitir que uno está equivocado.
Cuando ocurre una acción equivocada, la persona entra en un conflicto entre su acción errónea y el impulso por estar en lo correcto . . .
Jesús Córdoba García Humillados y
ofendidos residente