miércoles, 21 de marzo de 2012

¡Rompamos los espejos que no nos reflejan!


La visión que nos suelen dar de la persona con diversidad funcional es la de un  ser  susceptible de cuidados, con el mal humor y la tristeza que predominan en su ambiente. Parece que la vida de las personas con diversidad funcional ha de ser una vida habitada por la depresión y el sufrimiento, visible en una alegría artificial y estéril, llena de chistes fáciles o de juguetes caros (coches de ruedas eléctricos, etcétera) que alivian, en apariencia, su pesar. Pero estamos equivocados al pensar así. Esta es una forma preconcebida –y, por ello, totalmente equivocada— de contemplar a los diversos funcionales.
El problema es que esa visión por alto cómo somos realmente en la vida cotidiana. La vida de los diversos funcionales es difícil, pero tiene toda la pluralidad y riqueza de las vidas de todos los seres humanos.
Cuando pienso en mi identidad no me identifico con los tópicos ni con las frases hechas. La vida es más interesante y variada. Yo estoy muy contento de ser una persona que puedo aportar algo de mí. Saber eso es un auténtico placer. Para mí es un gozo porque veo a la persona y sé que soy útil. Por ejemplo, el hecho de que alguien te haga sentirte vivo. Entonces me recuerda otras cosas completamente diferentes: me recuerda las muchas cosas muertas que tenía alrededor.
La vida se asemeja más a esto: cosas vivas que me ayudan a vivir, y cosas muertas que me acongojan, me deprimen y me entristecen. A veces, solo a veces, surge una gran amistad,  un amor imprevisible o simplemente el aprecio entre personas discapacitadas, pero esto no es óbice para que nos conviertan en candidatos a vivir apartados de la gente considerada normal.
No queremos que nos invaliden nuestra relación con el mundo; no queremos que conciban nuestra mundo de relaciones exclusivamente con otros diversos funcionales; y sobre todo, no queremos que nos asignen cuidadores que, a veces, parecen más discapacitados –mentalmente y humanamente— que uno mismo. Es una falta a nuestra dignidad el encerrarnos en compartimentos estancos.
Hay algo en lo que debemos reflexionar: es un error limitar mi vida solamente a vivir con otros discapacitados, o  con gente que te vive sólo como un discapacitado. Esto en vez de hacerme crecer, me resta vitalidad. Y, la verdad, la vitalidad es lo que más necesito.
Lo más curioso es que los discapacitados deben estar unidos para poder defender, para llegar a  ser como todos. Hace unos pocos meses, pensaba que había una causa para luchar, y era a favor de que no nos traten como inferiores, una lucha para que dejen de considerarnos unos simples  minusválidos.
Ahora pienso que la causa no es otra que la dignidad, porque no hay ningún ideal que no sea un ideal humano. Tal vez, hasta ahora, he sido bastante conformista: quería que los discapacitados vivieran resignados en su minusvalía. Ahí está mi error. Sencillamente ahora sé que el hecho de padecer una discapacidad, no hace ni mejor ni peor a nadie. La sociedad debe esforzarse por integrar a las personas con discapacidad funcional tanto como ahora se esfuerza por desintegrarlo.
Sí, soy un discapacitado, el portador de una diversidad funcional. No pasa nada: hay cosas mucho peores. También sé que se puede vivir normalmente de este modo.
Tengo discapacidad para hacer ciertas cosas, pero también tengo otras capacidades para luchar como los demás. Estas capacidades las necesito mucho más, pero a veces se me encogen ante la dureza del trato que recibimos en las residencias y la sociedad. Contra toda esa dureza, reivindico estas capacidades. La diversidad funcional que tengo me hace mucho más sensible con los demás.
A las personas con diversidad funcional que lean esto, me atrevería a decirles: hermano, sé tú mismo, olvida las miradas criminalización de la gente. Pon de ti mismo para entender a los demás, pero lucha también: no te dejes integrar pasivamente, sino participa de verdad.
Respeta, en primer lugar, tu deseo: que no te diga nadie lo que debes desear, déjate espacio para ti mismo.
¡Rompe los espejos que no nos reflejan! Deja de ser un mancillado por tu diversidad: resiste. Y resistiendo juntos, ganaremos.
Humillados y ofendidos,
residentes de AFAP

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